Ya queda muy pocos días y se cierra un nuevo ciclo lectivo. Miles de chicos lo ven y sienten como el cierre y fin de una etapa, porque llegaron al último año de la primaria y, deberán arrancar con la secundaria. En muchos de esos casos, se suman emociones, dudas, miedos, esperanzas y/o tristezas porque, en ese pase que de por sí es complicado, sele añade un cambio de escuela. Algunos ya tenían en claro desde primer grado que, cuando terminaran séptimo grado, iban a ir a otro colegio y el tema es simple: el colegio al cual asitían sólo brinda educación inicial y primaria.
En otros casos, los padres ya les comunicaron y anticiparon sus intenciones mientras cursaban tercero, cuarto, quinto o sexto grado. Son los que aplican a la filosofía educativa que privilegia la idea de cambio a la continuidad. Que ya no buscan resolver en una sola una institución la vida escolar de los hijos, sino que aspiran a encontrar un colegio que se adapte mejor a cada etapa.
Los chicos que asisten a colegios sin secundaria corren con ventaja porque no lo viven como un desarraigo, lo viven de una forma natural porque lo tienen internalizado desde primer grado. El colegio es el que no da opción de quedarse. Es distinto y no existe la famosa «crisis» del cambio. No es traumático cuando se sabe de entrada que se van y además están seguros de que, probablemente, con algún compañero estarán ingresando a otro colegio. Pero, si se van de un colegio que tiene secundaria y la mayoría no se cambia, puede que genere resistencia en el chico.
Existe una idea más reflexiva y, lo llamativo e interesante de este tema es que los padres manifiestan, a medida que avanzan sus hijos en los niveles educativos, un deseo de desprivatización de la educación. En el jardín de infantes buscan cubrir todas las necesidades, están dispuestos a hacer una inversión económica. Pero ya en la primaria hay un pequeño desencanto de la estructura y, muchos creen que pagar por una educación bilingüe no garantiza nada y algunos ya comienzan a cambiar privado por público. En el momento de encarar la educación secundaria (y pese a todas las problemáticas existentes), ya las opciones se van volcando aún más a la enseñanza estatal.
Siempre hubieron 2 grupos y estilos de padres bien diferenciados: los más tradicionales, que buscan una escuela desde el jardín hasta el secundario, y los que priorizan proyectos educativos alternativos y desean una escuela distinta para cada etapa escolar. Los padres que buscan una opción diferente aumentó por sobre los que prefieren las tradicionales porque la oferta educativa que más creció es la de las propuestas alternativas.
En general, el peso de la elección está puesto en sobre todo en la primaria porque los papás quieren una buena base para pensar en un secundario sin limitaciones. Buscan que los hijos estén preparados para ingresar tanto a un colegio bilingüe o a uno de características más técnicas. La idea es que abra puertas a futuro.Por otra parte, lo que antes era visto como una contra (colegio sin secundaria), hoy ya no es así. Les parece importante que cambien de ambiente, de entorno y de grupo social para propiciar y ampliar su círculo de amistades. La misma deserción que se produce en muchos colegios que ofrecen secundaria juega en contra para que los chicos continúen allí. Además del proyecto educativo, hay que tener en cuenta también la sociabilidad. Es un tema muy importante en el momento de elegir un secundario: no quieren escuelas con pocos chicos. Y entonces pensar en un Nacional Buenos Aires, por ejemplo, tiene para ellos un plus que les garantiza una diversidad social mucho mayor.
Pero estos cambios de escuelas también se complican cuando no sólo se cambia de colegio, sino también de estilos y metodologías de aprendizaje. Es lo que suele suceder con las pedagogías alternativas. Muchos provienen de colegios denominados «progresistas» y quieren ir al Pellegrini, al ILSE o al Nacional Buenos Aires y les cuesta entrar. Pero no es una cuestión de capacidad, simplemente son metodologías diferentes. Hay que mirar de qué colegio viene el chico y si se va a adaptar. También, existen casos en los que los papás están empecinados en que su hijo/a vaya a un colegio que no es para él. En general, son los que quieren que su hijo asista a la misma escuela que ellos, pero hay que tener en cuenta las características y cualidades del chico porque, si no, va a sufrir mucho y va a ser un padecimiento familiar. Además, los colegios cambian y lo que uno creía que era bueno antes hoy tal vez no lo es. Hay que ver el aqui y el ahora de cada institución.
Lo que hay que saber es que la elección sobre a qué colegio mandar al hijo no es sencilla en ningún nivel. Es un trabajo que requiere reflexión e información. Los padres en general asumen ese compromiso incluso hoy más que antes. Lo bueno es que si se equivocan, saben que lo puede corregir.
Los cambios siempre movilizan; por eso es bueno que la escuela acompañe. Y los padres también deben ayudar a que la transición sea mejor. No subestimando lo que los chicos sienten y explicándoles que es lo mejor para ellos, y que no van a perder contacto con sus amigos. En tiempos de redes sociales, esa promesa es mucho más fácil y los chicos pueden cumplirla sin intermediarios. Siempre existió una especie de telenovela alrededor de séptimo grado. Los chicos lloran, se abrazan. Pero la realidad es que con tantas opciones de redes sociales y maneras de comunicarse, éstas supuestas pérdidas no son tales porque todos pueden seguir en contacto.