¿Realmente sirve obtener un título universitario?
¿Para qué obtener un diploma? ¿Qué sentido tiene invertir enormes cantidades de dinero, de tiempo y de esfuerzo si parecería que lo común a muchos triunfadores y exitosos es haber abandonado la universidad? Para responder estas preguntas hay que recurrir al concepto de profesiones “escalables” y “no escalables”.
Una profesión no escalable es aquella cuyos ingresos están vinculados a las horas trabajadas, como el caso de un dentista o el de una prostituta. Aunque no todos los colegas cobran los mismos honorarios, como nadie puede trabajar más de 24 horas por día, los ingresos potenciales de estas labores están acotados por el tiempo. En una profesión escalable no hay techo para los ingresos. Más allá de haber vendido 5500 o 500.000 copias, un escritor invierte el mismo tiempo para producir el libro. El problema es que las profesiones escalables sólo les sirven a los exitosos. Por eso la brecha de ganancias entre J. K. Rowling y la gran mayoría de los escritores es descomunal, mientras los dentistas facturan cifras del mismo orden.
Dado el componente de aleatoriedad de una profesión escalable, alcanzar el éxito requiere una alta dosis de suerte (aunque luego de haberlo logrado los triunfadores tienden a atribuirlo a sus condiciones personales). Más allá de sus innegables talentos, Jobs, Gates y los demás estaban en el lugar adecuado en el momento adecuado. ¿Cuántos como ellos que no contaron con la misma dosis de suerte permanecerán en el anonimato? Sólo las historias de los muy exitosos trascienden.
Algunas carreras son híbridas. Tal el caso de los ingenieros de software, de los fotógrafos, de los consultores o de los desarrolladores inmobiliarios. Hay veces en las que una no escalable puede convertirse en escalable. Es lo que podría suceder con un dentista prestigioso que, debido al número creciente de clientes, va sumando colegas hasta fundar su propia clínica, o el del pequeño restaurante de hamburguesas de pueblo que crece hasta transformase en una franquicia mundial. Como vemos en estos ejemplos, existe cierta continuidad entre los extremos de lo escalable y de lo no escalable.
Antes de decidirse a dejar la universidad, hay que tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
1. Considerar la edad y la situación familiar: no corren los mismos riesgos un joven de 30 años, soltero, sin hijos y que vive con los padres que uno de 40, casado y con 2 hijos en edad escolar. A menos de que se trate de un irresponsable, en el último caso lo recomendable es optar por no escalar.
2. Mantener abierta más de una alternativa: recordar la máxima de no poner todos los huevos en la misma canasta. Aunque se intente un negocio escalable, tener el diploma puede servir de red de contención en el (muy probable) caso de fracasar.
3. Elegir una carrera híbrida: de esa manera, en caso de tener éxito se podrá escalar y, en caso contrario, se evitará la ruina.
4. Tener en cuenta la propia tolerancia a la incertidumbre: si se tiende a la desesperación cuando el segundo día hábil del mes aún no se recibió el aviso de transferencia del sueldo, elegir una escalable sería un acto suicida.
5. Indispensable: sin importar la profesión o el rubro al que se apunte, existen algunos factores decisivos a la hora de alcanzar el éxito laboral y que van más allá del estudio o la suerte. El primero es seguir el mandato de la pasión. El segundo es contar con el talento que requiere la actividad.
Lo aconsejable es optar por una profesión no escalable. Debido a que el premio es enorme, en las escalables hay más competencia, se generan monstruosas injusticias, los resultados son muy aleatorios, y las disparidades entre el esfuerzo y la recompensa suelen ser intolerables. Llevado a nuestro caso, lo recomendable sería terminar la carrera y contar con el reaseguro del diploma. En síntesis. Cuando hay alineación entre la pasión, el talento y el sentido -y la imprescindible asistencia de la diosa Fortuna-, más allá de contar o no con un diploma, el éxito estará garantizado.